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16 de agosto de 2010

Ariel Blake Scott (I Parte)


Soy una de esas personas a las que nunca nadie llega a ver nada más que la superficie del alma en toda su vida, de las pocas que quedan que se esconden para alejarse del mundo. Alejarse del mundo con la música llenándote los oídos, olvidándote de los problemas, dejando volar tu imaginación… De las que piensan antes de actuar, de las que cuando mienten y no ha pasado ni un segundo desde que lo han hecho… se arrepienten, de las que cuando se mira a la espejo no le gusta lo que ve y piensa que solo le cubren falsas esperanzas; que si está en este mundo es solo por estar, sin ninguna misión que completar. También soy una de esas personas a las que se les llama “inseguras”. Sí, soy demasiado inseguro y ojalá no lo fuera. Pero todo me cambió la vida un día. El día en que me di cuenta de que la vida te da la esperaza y de que poco a poco, recobrará el sentido, recobrará el sentido de tu existencia.



Ese día me di cuenta de que tenía algo por lo que luchar.



Ella.



Puede que os parezca un bobo. Jamás he creído en el amor ni algo parecido. Siempre he pensado que era algo para atraer a la gente a comprar cosas por Navidad y San Valentín. Miento. Por que una vez sí creí en el amor. Una vez. Cuando mi madre vivía yo mismo amaba al amor, amaba a mi madre. Pero desde que me dejó no he vuelto a creer en él, hasta el día de hoy.



Jamás había sentido algo parecido en toda mi vida. Era mágico, mariposas recorrían mi estómago y revoloteaban sin intención de parar hasta que ella se alejara…



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